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Dejen a Israel ser un país normal

El mundo libre debe despertar y reconocer que los israelíes comparten sus mismos deseos de libertad y prosperidad. Demonizar a Israel sin entender su realidad es alimentar un odio que, a la larga, puede volverse contra los propios valores que damos por sentados en Occidente.

Israelíes se refugian de los ataques iraníes en una estación del metro cerca de Tel Aviv

Israelíes se refugian de los ataques iraníes en una estación del metro cerca de Tel AvivAP / Cordon Press

Israel anhela ser un país normal, como cualquier otro, donde sus ciudadanos puedan vivir en paz, disfrutar de la vida y contribuir al mundo sin la constante amenaza de la guerra. Sin embargo, sus enemigos no lo permiten. A lo largo de su historia, el Estado judío ha demostrado su deseo de coexistir pacíficamente, cediendo territorios a cambio de acuerdos de paz con Egipto y Jordania, e incluso retirándose unilateralmente de Gaza y partes de la Ribera Occidental. Esta última medida, lejos de traer estabilidad, resultó en un aumento de ataques terroristas y, en parte, allanó el camino para la masacre del 7 de Octubre. La búsqueda de paz de Israel se enfrenta una y otra vez a la violencia de quienes rechazan su existencia.

En medio de un entorno hostil, Israel destaca como el país más cosmopolita y libre de la región. Es un lugar donde todos sus ciudadanos, sin distinción de sexo, religión, etnia o preferencia sexual, gozan de derechos y libertades como en pocos lugares del mundo. Mientras que en otros sitios de la región las personas son perseguidas, encarceladas o asesinadas por su orientación sexual o creencias, en Israel las diferencias se debaten en foros democráticos, no en campos de batalla. Los israelíes, sean progresistas, conservadores o centristas, resuelven sus discrepancias a través del diálogo y las urnas, reflejando la esencia de un Estado que valora la vida y la libertad. Los extremismos violentos son castigados, no alentados, no son la norma, como sucede en la región.

Apoyar a Israel, o al menos no obstaculizar su camino, es lo mínimo que se puede hacer para permitir que este país sea, por fin, un país normalLeandro Fleischer

Y es precisamente ese amor por la vida lo que impulsa a Israel a contribuir al mundo de manera desproporcionada. A pesar de enfrentar amenazas en múltiples frentes, el país ha dado avances tecnológicos en medicina, agricultura y alta tecnología, entre otros tantos campos, que benefician a la humanidad entera, incluso a aquellos que desean su destrucción. Esta capacidad de innovar y prosperar en circunstancias adversas es admirable, pero también genera envidia, alimentando el antisemitismo en algunos sectores. Mientras los enemigos de Israel glorifican la muerte, los israelíes sueñan con que sus hijos y nietos triunfen en los estudios, en sus carreras y en la vida en general.

Los israelíes sólo quieren disfrutar de la vida

A pesar de la deshumanización de la que son víctimas, los israelíes son personas comunes que quieren disfrutar de lo que el mundo ofrece. Apasionados por el fútbol, el baloncesto y otros deportes, sueñan con ver a su selección clasificar nuevamente a un Mundial, algo que no ocurre desde 1970, la única Copa del Mundo en la que participó. Admiran a atletas de otros países, incluso cuando algunos de ellos critican a Israel. Les encanta viajar, conocer culturas diferentes y compartir la suya. La música y los festivales son parte de su vida, al igual que el sentido del humor, una característica cultural del pueblo judío que brilla incluso en los momentos más oscuros como el actual. Los israelíes no piden más que vivir felices, en paz con sus vecinos y el mundo.

En las escuelas israelíes no se enseña a odiar al prójimo, a asesinarlo por su fe, etnia o lo que sea, en contraste con lo que ocurre en las instituciones mal llamadas educativas de los palestinos, iraníes y tantos otros, donde su principal objetivo es adoctrinar a los niños en el odio antisemita y antioccidental.

Israel se encuentra en una situación que detesta

Sin embargo, esa normalidad les es negada a los israelíes, quienes se ven obligados a defenderse en múltiples frentes, no por elección, sino por necesidad. Sus enemigos, como el régimen de Irán y sus proxies terroristas como Hamás, atacan a civiles indiscriminadamente y usan escudos humanos, mientras Israel responde contra objetivos militares legítimos que financian y apoyan el terrorismo o perpetran ataques terroristas contra su población. La diferencia es clara: mientras unos buscan la destrucción, otros protegen la vida. Pero esta lucha no es solo por la supervivencia de Israel; es también por los valores del mundo libre, que se ven amenazados por el odio y la intolerancia.

Apoyar a Israel es lo mínimo que se puede hacer

El mundo libre debe despertar y reconocer que los israelíes comparten sus mismos deseos de libertad y prosperidad. Demonizar a Israel sin entender su realidad es alimentar un odio que, a la larga, puede volverse contra los propios valores que damos por sentados en Occidente. Apoyar a Israel, o al menos no obstaculizar su camino, es lo mínimo que se puede hacer para permitir que este país sea, por fin, un país normal, donde los debates se ganen con argumentos, no con bombas; donde los ciudadanos puedan soñar con un futuro mejor sin temor a desaparecer. 

Dejen a Israel ser un país normal. Es lo que sus ciudadanos merecen, y es lo que el mundo necesita.

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