De los disturbios de BLM al tiroteo de DC en cinco años
El actual aumento del antisemitismo se remonta al momento en que la izquierda adoptó ideologías con una visión tóxica y racial del mundo, con los judíos e Israel como un ingrediente más.

Protesta de BLM
El camino que llevó a Elías Rodríguez, un hispano de 31 años con estudios universitarios y una carrera profesional en una organización médica, a abrazar la creencia en una "Palestina libre" -abreviatura de la destrucción de Israel- fue probablemente complejo. Pero, más allá de cómo empezó, al final le llevó a pasar aquella idea genocida a la práctica matando a dos jóvenes empleados de la embajada israelí en Washington el 21 de mayo.
Para comprender plenamente este trágico suceso y la forma en que marcó la culminación lógica de un periodo de agitación antiisraelí y antisemita, es necesario contextualizarlo teniendo en cuenta de qué modo otro momento decisivo afectó a la izquierda estadounidense: el asesinato de George Floyd por un policía de Minneapolis hace casi exactamente cinco años, el 25 de mayo de 2020, desencadenó un verano de manifestaciones y disturbios "en su mayoría pacíficos" en todo Estados Unidos.
El pánico moral sobre la raza que sobrevino tras aquel incidente del Memorial Day transformó la conversación política y la cultura. Y marcó el auge de una ideología asociada al movimiento Black Lives Matter que significaba más que la mera creencia generalizada de que los afroamericanos eran perseguidos y asesinados de forma rutinaria por la policía. La aceptación de los mitos tóxicos de la teoría crítica de la raza, la interseccionalidad, el colonialismo de asentamiento y el catecismo woke de diversidad, equidad e inclusión (DEI), todos los cuales se convirtieron en una nueva ortodoxia sin lugar para el disenso, llegaron a dominar a la sociedad estadounidense.
Obsesión por la raza
Pronto aprendimos que el mantra de BLM no era simplemente un intento revisionista de enmarcar a Estados Unidos como una nación irremediablemente racista. La teoría crítica de la raza dividía al mundo en dos grupos inmutables: personas de color y opresores blancos, siempre en guerra entre sí. Como era de esperar, esta mentalidad neomarxista categorizó falsamente a los judíos y a Israel como parte de la clase "opresora blanca", a pesar de que la mayoría de los israelíes proceden de otras zonas de Oriente Próximo de las que se vieron obligados a huir o fueron expulsados.
Sólo trayendo a colación este dogma puede entenderse que alguien como Rodríguez acabara asesinando a sangre fría a dos desconocidos al suponer que ambos eran judíos y que por asistir a un acto en el Museo Judío de la Capital estaban de algún modo vinculados a Israel.
El asesinato fue llevado a cabo por un hombre aparentemente inmerso en la política de extrema izquierda y que participaba en protestas pro-palestinas. Gritó "Palestina libre" antes de ser detenido y, al parecer, dijo a la policía: "Lo hice por Palestina. Lo hice por Gaza". El manifiesto encontrado en su casa de Chicago versaba sobre la insuficiencia de las manifestaciones pacíficas contra Israel y sobre cómo los "autores e instigadores del genocidio" habían "perdido su humanidad".
Existen quienes tachan al perpetrador como un "lobo solitario" que carece de vínculo alguno con las críticas antiisraelíes, mentirosas y de moda, sobre un genocidio o una hambruna mortal de bebés palestinos. Otros negarán cualquier tipo de relación con la causa contra Israel y la oleada de antisemitismo que ha crecido desde los ataques árabes palestinos, comandados por Hamás, contra el sur de Israel el 7 de octubre de 2023. Tales afirmaciones sirven a los propósitos de quienes pretenden distanciar los asesinatos de la opinión a favor de los libelos de sangre contra los judíos que se ha difundido ampliamente durante la guerra en Gaza.
"Trump está tratando de atacar la raíz del antisemitismo mientras que sus críticos de izquierda miran hacia otro lado".
Difusión de los libelos de sangre
La izquierda estadounidense trata a Israel como el villano en la guerra que comenzó con la mayor masacre masiva de judíos desde el Holocausto. Considera a sus esfuerzos por erradicar a Hamás como el verdadero crimen. Con la ayuda de los medios de comunicación, la cultura popular y el ala izquierdista del Partido Demócrata, las invectivas contra Israel y el antisemitismo ostensible se han generalizado de una forma sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Estos sentimientos antiisraelíes y antisemitas no son nuevos. Han formado parte de la caja de herramientas de la extrema izquierda durante más de medio siglo, desde que la campaña de inspiración soviética El sionismo es racismo se convirtió en un eslogan popular en el bloque comunista y en todo el Tercer Mundo. Pero el apoyo que ganaron en las corrientes políticas dominantes de Estados Unidos, hasta tal punto que un asombroso 59% de los demócratas apoyan la causa palestina (mientras que una mayoría de los republicanos e independientes respaldan al Estado judío), habría sido inimaginable sin el influjo del verano de BLM en el país.
La cuestión es que si uno cree que Estados Unidos es racista, es mucho más fácil creer lo mismo de Israel. En el fondo, aquel giro no se sustenta en una crítica razonada del conflicto en Oriente Próximo (que continúa debido a la constante negativa de los árabes palestinos a aceptar la legitimidad de un Estado judío, independientemente de dónde se tracen sus fronteras). Tampoco se trata realmente de lo que está ocurriendo en Gaza, que podría acabar en un instante si Hamás libera a los rehenes restantes y renuncia a su dominio del enclave.
La oposición a Israel no pasa por la defensa de la solución de dos Estados (rechazada por los propios palestinos) ni por un reproche al primer ministro, Benjamin Netanyahu, y su Gobierno. Se trata de la convicción de que el Estado judío es en sí mismo una manifestación de racismo, colonialismo y opresión a gente de color. Por eso las turbas que en campus y calles estadounidenses tratan de hacer intolerable la vida de los judíos están motivadas no sólo por el extremismo, sino también por la sensación de que su causa es justa y está vinculada a una gran cruzada progresista.

Opinión
Atentado en Washington: ¡cuidado! El ‘yihadismo izquierdista’ no apunta solo contra los judíos
Leandro Fleischer
El esfuerzo por generalizar la idea de que israelíes y judíos son culpables de crímenes horribles que merecen castigo condujo inevitablemente a los asesinatos en Washington. Aquel afán es parte de la visión del mundo que racializó el discurso político, impulsada por el movimiento radical BLM y sus equivocados facilitadores izquierdistas, incluidos los de la comunidad judía como la Liga Antidifamación y el Comité Judío Americano (la agencia que patrocinó el evento del 21 de mayo que terminó trágicamente).
No todos aquellos que, engañados, acudieron a las manifestaciones de BLM en 2020 estaban necesariamente de acuerdo con lo que propugnaba el movimiento, incluidos su odio a Israel y el antisemitismo. Muchos de los participantes, si no la mayoría, pensaban que simplemente estaban expresando su apoyo a los derechos civiles y su indignación por un asesinato injusto y brutal grabado en un video que se hizo viral -dejando aparte a los miles que quemaron y saquearon barrios o atacaron a la policía-.
Del mismo modo, es posible que algunos de los que gritan a favor del genocidio judío ("¡del río al mar!") y del terrorismo contra los judíos ("¡globalicen la intifada!") no comprendan plenamente las implicaciones de lo que están diciendo o haciendo. Los resultados, sin embargo, ahora son obvios: el tiroteo en la capital estadounidense ejemplifica las fatales implicaciones de la difusión de tales consignas.
El necesario contragolpe de Trump
Es imposible entender cómo hemos llegado a un punto en la historia estadounidense en que la plaza pública está inundada de discursos antisemitas sin antes comprender qué papel ha jugado la difusión de ideas progresistas sobre la raza y la identidad desde el 25 de mayo de 2020.
La ubicuidad de las turbas pro-Hamás en los campus universitarios y la violencia dirigida contra los judíos en los últimos 19 meses que culminaron en los asesinatos del 21 de mayo de 2025, son resultado directo del éxito que los izquierdistas han tenido adoctrinando a tantos estadounidenses. Sólo convenciendo a estudiantes y a tantos otros, como Rodríguez, inmersos en nociones de moda que desprestigian a israelíes y judíos y valorizan a terroristas islamistas, pudieron hacerse tan populares estas mentiras sobre Israel, el sionismo y los judíos. El proceso por el que la izquierda completó su larga marcha a través de nuestras instituciones hasta el verano de BLM condujo igual de inevitablemente a la muerte de dos jóvenes frente a un local judío.
Por eso se equivocan tantos izquierdistas bienintencionados y grupos como el American Jewish Committee (Comité Judío Estadounidense) que han expresado su horror por el asesinato de los empleados de la embajada israelí Yaron Lischinsky, de 30 años, y Sarah Milgrim, de 26, al oponerse a los esfuerzos del presidente Donald Trump por librar a la educación superior estadounidense de los ideólogos de woke, así como por deportar a los estudiantes extranjeros que han violado los términos de sus visados al participar en infracciones antisemitas. Para que se produzca la tan necesaria reacción contra el creciente antisemitismo tras el 7 de Octubre es indispensable entender las falsas doctrinas izquierdistas que lo nutren. Trump está tratando de atacar la raíz de este odio mientras que sus críticos de izquierda miran hacia otro lado para mantenerse en sintonía con sus aliados partidistas.
La locura que se apoderó de Estados Unidos tras el asesinato de Floyd fue algo más que el resultado de las contramedidas de COVID que indujeron a la histeria colectiva o la difusión de información errónea sobre los asesinatos policiales. Y fue algo más que un intento deliberado de socavar los enormes avances en las relaciones raciales desde la aprobación de la legislación federal sobre derechos civiles en la década de 1970. Formó parte de un ataque neomarxista más amplio contra la civilización occidental y los valores de la república estadounidense, arremetida que se había estado gestando en la extrema izquierda durante décadas. Pero también fue un elemento necesario en el proceso de destrucción que condujo a la ola de odio antisemita que culminó en el derramamiento de sangre inocente en suelo estadounidense.
La mejor solución para honrar a las víctimas y garantizar que no se repita semejante horror va más allá de fortalecer la seguridad de las sinagogas, instituciones y edificios judío-estadounidenses, por más necesario que sea. Implica además respaldar la vital campaña de la Administración para castigar a colegios y universidades que toleraron el antisemitismo y para garantizar que la ideología woke deje de dominarlos. Sabemos ahora que, tarde o temprano, quienes corean a favor del genocidio judío en el extranjero recurrirán al mismo género de violencia en casa.
El rastro de este doble asesinato conduce no sólo al 7 de Octubre, sino también al verano de BLM en 2020. Ignorar este brutal hecho sólo conducirá a más odio y derramamiento de sangre.
© JNS