De trabajar en una fábrica a ser enviado al frente: así engañó Rusia a campesinos africanos para alistarlos en sus filas
El Kremlin les ofrecía trabajo para que enviaran dinero a sus familias. Sin embargo, acababan con un arma en la mano combatiendo frente a los ucranianos.

Secuelas de un bombardeo ruso en la localidad de Irpin (Ucrania)
El conflicto entre Rusia y Ucrania está en un punto trascendental, en el que se busca ponerle fin tras más de tres años de cientos de miles de muertos -entre civiles y soldados-, incalculables daños estructurales y elevadas tensiones diplomáticas. Mientras tanto, salen a la luz diferentes historias que no hacen más que acentuar la gravedad de la situación. Una de ellas involucra directamente al Kremlin, que se aprovecha de la desesperación de la gente para engañarles y forzarlos a que combatan frente a su enemigo.
Según un reportaje elaborado por el periódico británico The Telegraph, el Gobierno de Vladímir Putin ha estado utilizando una treta para añadir a campesinos africanos con graves problemas económicos a sus filas para que luchen contra el Ejército ucraniano.
En un principio, Rusia les ofrecía un puesto de trabajo 'bien' remunerado para enviar dinero a sus familias y paliar su complicada situación financiera personal. Sin embargo, al pisar suelo ruso, eran forzados a alistarse al Ejército ruso y, posteriormente, eran enviados al frente de batalla.
The Telegraph hace referencia a un caso particular, el de Jean Onana. Este joven camerunés, de 36 años, aceptó una propuesta para trabajar en una fábrica de champú rusa. Sin embargo, al aterrizar en Moscú, fue interceptado -junto con una decena de personas procedentes de Zimbabue o Ghana, entre otros países- y, directamente, trasladado a dependencias militares para su enrolamiento.
Hay otros que sí fueron trasladados a fábricas; pero no de champú u otros productos, sino armamentísticas, con la tarea de poner a punto el arsenal ruso.
En el caso de Onana, nada más ser interceptado por las autoridades rusas, fue enviado a un centro de formación militar para recibir entrenamiento, concretamente en la ciudad de Rostov. Allí coincidió con conterráneos suyos y con otras personas oriundas de otros países africanos e, incluso, de otros continentes, como Sudamérica (Brasil) o Asia (Bangladesh).
Otro es el de Malik Diop. Este senegalés, de 25 años, fue contratado para lavar platos en dependencias del Ejército ruso. Sin embargo, a la semana de entrar, ya portaba un fusil y granadas y fue enviado al frente. "Empezamos a ver muertos en el bosque. Muchos muertos en diferentes edificios. Me afectó mucho", dijo en una entrevista en Ucrania, tras conseguir escapar de la guerra.